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El jefe global de investigación en alimentos y agronegocios de Rabobank, Gilles Boumeester, plantea que es necesario que las empresas del rubro inviertan en estudiar a los millennials, analicen los datos disponibles de los consumidores, se conecten más con ellos y disminuyan los residuos en la cadena de los alimentos, lo que a futuro puede ofrecer nuevas oportunidades de negocio.

Casi todos los asistentes que escuchan atentos la charla del jefe global de investigación en alimentos y agronegocios de Rabobank, Gilles Boumeester, tienen menos de 35 años. Es un desayuno para los nuevos talentos internos de RaboFinance en Chile.

El analista está interesado en los jóvenes como ellos, en los millennials. Son personas nacidas entre mediados de la década de los 80 y 90 -aunque empresas como Goldman Sachs los sitúan entre 1980 y 2000-, que representan el 48% de la población chilena, y que se han convertido en uno de los principales focos de atención para los estudios de mercados y en el segmento que marca la pauta en nuevos comportamientos de consumo.

«Si alguien logra entender a los millennials en Europa o en una región específica del mundo, quizás va a tener una mejor oportunidad de obtener un precio más alto o un mayor margen por sus productos», plantea Boumeester sobre el interés de los analistas por entender los comportamientos de esta generación, que si bien aún no tiene el poder adquisitivo de sus padres, en 2025 llegará a representar un tercio de la fuerza de trabajo a nivel mundial.

También dice estar muy sorprendido de que, al preguntar en el encuentro con el grupo de jóvenes chilenos si alguna de las empresas en las que trabajan está invirtiendo en estudiar a los millennials, aparentemente ninguna lo esté haciendo.

«Hay oportunidades en ellos», insiste el holandés, ya que se trata de personas que han crecido utilizando celulares y smartphones y conectados a internet, lo que marca una nueva relación con su entorno en cuanto a los hábitos de compra, las formas en que comparten información y los intereses que tienen.

El incremento de las compras online también marcará un cambio en el consumo de alimentos, lo que generará más información sobre el perfil de cada cliente para hacer ofertas personalizadas, y un mayor interés de los consumidores por conocer el origen de los productos.

Asociado a ello viene una preocupación por la salud y el medio ambiente, lo que implicará una mayor conexión del consumidor final con los agricultores, más preocupación por el manejo de los residuos en toda la cadena, y una mayor relevancia del origen y trazabilidad de cada producto.

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Fuente El Mercurio

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